viernes, 9 de marzo de 2007

Ética y moral


¿Quién dijo que matar estaba mal? Actualmente casi todos lo sabemos, la moral y la justicia nos lo recuerdan. La conciencia colectiva se hace cargo de unas normas para sobrevivir en su grupo, que llamaremos sociedad. ¿Qué es lo bueno y qué es lo malo? Es una buena pregunta.

Una de las obligaciones éticas más importantes es “no matarás”. Obligación ética en tanto que pasa al entendimiento del individuo y obligación moral en tanto que el individuo la acepta con el fin de preservar la convivencia con sus semejantes humanos. Por eso, otra de las obligaciones éticas más importantes es “ser feliz”. Algo que la moral no se atreve a aceptar pues ha de preservar cierta libertad al individuo.

Las normas morales, que repercuten en el sujeto ético, han sido recogidas en leyes, mandamientos, salmos, etc. Todo eso forma parte de la civilización, recordando a Max Weber, mientras que la cultura recoge las aproximaciones éticas, o búsquedas de unos fines del individuo desde “sí”, desde su entidad abstracta y cultural. La cultura es el arte. Es el pensamiento.

La ética es carácter, voluntad de ser, la moral es costumbre, voluntad aprendida. Pero ambas palabras están muy cercanas, recogen un mismo problema que gira en torno al Tú y al Yo, pues la individualidad no puede completarse sin el Tú, así como la Comunidad no puede reafirmarse sin sus Individuos.

La tendencia hacia el mal deviene de la voluntad libre del individuo que traspasa las fronteras de lo moral. El libre albedrío opera en la conciencia y en los instintos del hombre. La cultura tiende a acentuar el carácter de la conciencia por encima del de los instintos. Dirá Dostoievski que la mayor enfermedad es la de la conciencia.

“Yo amo a quien castiga a su dios porque ama a su dios”. Dijo el Zaratustra de Nietzsche. Nuestra civilización ha dejado ejemplos históricos que ilustran esta afirmación. Todavía hoy el problema es un hecho, aunque la palabra “dios” podría sustituirse por cualquier cosa. También dijo Zaratustra: “Debéis tener solo enemigos que haya que odiar. Pero no enemigos que haya que despreciar, es necesario que estéis orgullosos de vuestro enemigo.” ¿Es, acaso, esta máxima un principio ético? Al menos, se plantea como tal, pero la lectura es múltiple. Como ya he señalado la conciencia es la protagonista de su libertad. El individuo fundamenta sus valores éticos en la cultura, por ejemplo en la Filosofía. Su “ethos” tiende al equilibrio, o al menos, requiere de él. Pero la entropía es siempre el comienzo, el desorden, el caos.

Si reflexionamos en torno a la ética y la moral hemos de preguntarnos primeramente quién reflexiona. La conciencia parte de uno mismo (el individuo) y sólo en sí misma se completa.

Terminaré con otras palabras de Zaratustra, para ilustrar mi convicción del problema que planteo: “Pues, hermanos míos: ¡lo mejor debe dominar, lo mejor ‘quiere’ también dominar” Y donde se enseña otra cosa, allí ‘falta’ lo mejor”.

La ética es voluntad, y la moral es la imposición de un querer dominar la ética. La moral se superpone a ella: limitándola y obligándola a exceder los límites de su conciencia.

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