lunes, 25 de agosto de 2008

Samadhi

Siempre quedará el tiempo de lo que no fuimos, de lo que quisimos ser. El tiempo de los días azules en una isla de silencio y sueños reposados, el tiempo de las horas infinitas que hemos ido dejando atrás, como pálidas estaciones de un espacio insólito, aunque tan nuestro como el ahora, como la arena resbalando entre las manos. El tiempo de ayer, que hoy es el equipaje con el que nos encaminamos al mañana, nos ha dejado una huella de emociones sutiles que empañan el cristal a través del cual miramos lo que vamos siendo, agarrados al último paso antes de dar el siguiente, para no perdernos nunca de nosotros mismos.  

No quiero dejar de ser pero sin embargo no deseo el ser que me habita, ni el mundo por el que camino, ni el tiempo que me encadena. No deseo las mañanas del letargo y la angustia, ni el desaliento de no poder tenerte entre mis brazos. No deseo ya más reconocer la incapacidad de hacer realidad un deseo. No deseo ser más un animal de lamentos y bostezos, de tristezas y caminos impuros del alma desolada. No quiero, no deseo, no espero... Solamente he aprendido a dormir, para no volver a la vigilia de los abismos. Solamente he aprendido a dormir sin sueños. 

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