domingo, 10 de mayo de 2009

La revolución interior


No podemos concebir -ni mucho menos construir- un mundo perfecto en el que sus individuos no sean libres y tengan que acallar su pensamiento. No se puede partir de la base de un mundo más justo y solidario estableciendo un código de valores de lo que significa justicia, solidaridad o cualquier otra bella palabra que -a menudo- desvela sentidos ambiguos y difusos. La sociedad no puede -ni debe- construir al individuo, sino que es el individuo quien ha de construir a su sociedad.
"La mayoría de nosotros jugamos con ideas y creemos que somos grandes revolucionarios […] Lo importante es librarnos de las ideas. […] La libertad respecto a las ideas sólo puede resultar del darse cuenta y del conocimiento de sí mismo." Expresó Krishnamurti en 1950.
Las ideas bellas toman palabras bellas que incluso son decoradas de forma pomposa en los discursos políticos para incrementar la fuerza benévola del mensaje. El público, al escuchar tal deleite de razones nobles, aplaude a sus líderes como si lo que dijeran se fuera a cumplir en ese mismo instante, por arte de magia. Por experiencia sabemos que eso no es así. Pero el auditorio, quizá acostumbrado al engaño, finge un aplauso o guarda cierta esperanza famélica en que esta vez sea verdad lo que dice el conductor de su futuro.
Desde que nacemos, directa o indirectamente, consciente o inconscientemente, nos van programando. Conforme pasa el tiempo nos volvemos cada vez menos espontáneos hasta que un día hemos olvidado por completo en que consistía esa espontaneidad que alumbraba los lúdicos caminos del niño que fuimos.
Utopía, lugar imaginario o inexistente, es el no-lugar que, en su expresión teórica se acerca a lo ideal y cuya puesta en práctica resulta inviable, o así, empíricamente, nos lo ha demostrado la historia. Las utopías que pretendieron convertirse en realidades, amparándose drásticamente en el camino de la revolución social y política, no han sido más que grandes tragedias de las que la humanidad acaso se ha repuesto todavía. Algunos buscan un nuevo cambio, una utopía al alcance de la mano, cibernética y 'cibercrática', como nos propone el llamado 'proyecto Venus', un sueño futurista que no deja de recordarnos al distópico mundo feliz de Huxley, al anime Akira o a la famosa película Matrix. El mismo Krishnamurti tildó de hipocresía el pensamiento idealista, un vivir ajeno a la realidad, con la mente en el tiempo condicional, un 'podría ser' que tapa el ahora, como una evasión fruto de la imposibilidad del cambio revolucionario verdadero: el que se da con la vivencia del presente y su actuar consecuente con la realidad, que, aunque no nos guste, es la que nos ha tocado o la que hemos creado.
El individuo no quiere jugar su papel como tal, se esconde entre bastidores sociales que velan su identidad original, aquella que por medio de su intuición y creatividad inteligente logra que idea y realidad sean una misma cosa a través del quehacer cotidiano y excepcional de sus acciones. Damos solamente la alternativa al líder, a la máquina humana diseñada para conquistar mentes, y olvidamos nuestra capacidad de liderar nuestra propia mente para no dejarnos llevar por la corriente del pensamiento ajeno, que nos atrapa y confunde, haciéndonos defender una idea que está muy lejos de lo que ciertamente concebíamos como justo y necesario.
El 'yo real', e inconquistable, cede ante el 'yo condicionado', al que las circunstancias han creado y motivado. Una motivación manipulada, por unos y por otros, donde el individuo ha sido mutilado y sustituido por una sombra de sí mismo. Esta mutilación -lenta y dolorosa- es el pan de los dramas humanos de cada día, personas silenciadas, acorraladas económicamente y explotadas por su condición de simple eslabón de la cadena. De esta forma, todos somos eslabones, el río fluye por sí solo hacia el abismo de su decadente devenir y la revolución interior, aquella que no causa dolor y que se hace de forma natural, todavía es posible aunque parezca enterrada, ya que no se funda en un ideal futuro, sino en cada momento, ahora mismo, en la próxima acción que hagamos, solidarios y fieles a nuestra propia forma de ser, sin manipulación alguna, conformando, espontáneamente, la capacidad inherente, constructiva y creativa, que tenemos por el simple hecho de ser libres y humanos.

Publicado en el diario La Verdad de Albacete el domingo 10 de mayo de 2009

No hay comentarios:

Compartir esta entrada:

Bookmark and Share

Entradas relacionadas:

Related Posts with Thumbnails