jueves, 7 de noviembre de 2013

El sentido de la educación


A menudo conviene preguntarse: ¿qué entendemos por educación? Es una pregunta obligada donde la sociedad ha de tomar parte en su intento de responderla. De lo que entendamos por educación y de cómo se lleve a cabo esta vital empresa dependerá el futuro de nuevas generaciones destinadas a configurar una población capaz o no de enfrentarse a los retos de un mundo en constante cambio y evolución. Hoy día se valora preeminentemente la llamada 'excelencia académica', que no supone más que la capacidad de almacenar datos para volcar en un examen. Apenas se tiene en cuenta el valor, a mi entender, más esencial en toda tarea educativa: incentivar la capacidad creativa y crítica, esto es, la capacidad de pensar por uno mismo y el desarrollo de nuestras capacidades humanas. Para aprender hay que comprender, y para comprender es necesario aprender a cuestionar las cosas. Sólo así la inteligencia puede brillar; cuando uno, además de ser un mero 'copista' de información, descubre que también es capaz de encontrar herramientas en su propio intelecto para resolver problemas vitales y no solamente los problemas que se formulan en un libro de matemáticas. 

La educación no sólo ocurre en las escuelas, sino que nunca deja de estar sucediendo a cada paso que damos en la vida. Si se consigue despertar esa actitud, de constante mirada abierta ante la vida, una mirada que busque comprender su mundo, cuestionarlo y tratar de mejorarlo. Si la tarea educativa consigue dejar un legado mayor que el que se refleja numéricamente en un expediente académico. Si, más allá de un título que nos facilite desarrollar una determinada profesión, la tarea educativa consigue que el alumno sepa qué es lo que realmente quiere, no porque tenga más 'salidas', sino porque es capaz de amar lo que hace, creer en lo que hace y tener la voluntad de mejorar con su capacidad creativa lo que encuentra en su camino, entonces la educación puede tener un sentido. 

Si educamos en unos valores que son los mismos que nos han llevado a esta actual crisis de valores, como son la competitividad y el materialismo, estaremos olvidando el verdadero sentido de las palabras 'humanidad' y 'humanismo', donde la cooperación, la solidaridad y la búsqueda de la libertad de pensamiento y de acción son sus fuentes de inspiración. Sólo así es posible un desarrollo humano que no olvide que somos seres productores, no sólo de dinero y de mercancía, sino de cultura, de belleza y de inteligencia creativas. Necesitamos de estos valores para poder respirar, y una verdadera revolución siempre aspirará a alzar el vuelo recobrando las alas perdidas que otorgan belleza al recorrido de su libertad. Como escribió Albert Camus, ahora se cumple el centenario de su nacimiento: "La belleza, sin duda, no hace las revoluciones. Pero llega un día en que las revoluciones tienen necesidad de ella. [...] Manteniendo la belleza, preparamos ese día de renacimiento en el que la civilización pondrá en el centro de su reflexión [...] esa virtud viva que cimenta la común dignidad del mundo y del hombre, y que tenemos que definir ahora frente a un mundo que la insulta." Y la educación sólo puede ser bella si entendemos que con ella lo que hacemos es comprender el mundo en que vivimos, adquiriendo las herramientas necesarias, que se encuentran dentro de uno mismo, para mejorarlo.

La Tribuna de Albacete, 6-11-2013

No hay comentarios:

Compartir esta entrada:

Bookmark and Share

Entradas relacionadas:

Related Posts with Thumbnails